Feminismo y pornografía

Gracias a Alejandra Omaña (@AmarantaHank), supe de la existencia de Marina (@AmarnaMiller). AmarantaHank (colombiana, cucuteña, acuerpada, mujer de frontera y comprometida con el periodismo) parecía muy original, rebelde, con carácter, inteligente y hasta feminista y la admiración terminó cuando supimos que es una copia total de Amarna. Basta ver la carrera y las opiniones de Marina para imaginar en lo que se convertirá nuestra querida Alejandra.

Amarna tiene 26 años y Amaranta 24, mujeres jóvenes, vitales, llenas de deseo y dispuestas a satisfacerlo, una cualidad que no se sale de la generalidad de la mujer normal. Lo anormal sería que las niñas de esta edad pasaran el día entero cavilando sobre la evolución de la marsopa de cristal, la velocidad de los neutrinos, la naturaleza del tiempo y el espacio; la mayoría de las mujeres de su edad pasan casi todo el día pensando en sexo porque la naturaleza es cruel y Dios (si existe) se ríe de nosotros.

Amarna y Amaranta (discípulas de Henry Miller y de Charles Bukowski, según ellas) son claras en que están ávidas de sexo y quieren saciar todas sus fantasías. Ellas están en todo su derecho pero la pregunta es por qué lo tienen que hacer público y lo quieren mezclar con periodismo, arte, literatura y feminismo cuando todos sabemos que son campos completamente diferentes. A las dos les parece divertido hacer lo que más les gusta, que les paguen por hacerlo y que nosotros disfrutemos viéndolas trabajar pero qué sentido tiene aparecer como artistas o feministas cuando el 99% de sus espectadores están pensando en sexo y sólo en sexo cuando las oyen; las ven como actrices porno que se salen un poco de su libreto y se presentan como mujeres emancipadas y esa es la gran novedad, el gancho que ellas usan para vender más y para no parecer simples muñecas de carne.

No, Amarna y Amaranta no son simples objetos carnales, son  mujeres con ideas claras y talentos bien identificados. Esa es la novedad, son actrices porno con discurso.

Cuando la gente ve pornografía no se interesa casi nunca en la trayectoria intelectual de la actriz, en sus gustos estéticos, de qué lado de la cama duerme cuando está sola o cuál es su serie favorita porque ante la escena pornográfica el ser se anula y el ojo se concentra sólo en el cuerpo y en lo que quien está detrás de la escena quiere que pase con ese cuerpo a través de otros cuerpos, es una sucesión de miradas sin participación de la palabra, todo se concentra en el ojo, en ese momento crucial sobran los discursos y la ideología porque no tienen sentido en este contexto, no cabe la racionalidad, sólo existen el deseo quien observa, carne deseosa observando actos carnales de seres anónimos a través de la pantalla. No hay un cuerpo, hay cientos de cuerpos disponibles en la web y de esos centenares de cuerpos los espectadores saben el nombre de dos o tres mujeres no precisamente porque quisieran saber cómo son fuera de cámaras, cómo piensan, sino porque corresponden exactamente a su fetiche.

Hay cientos de mujeres trabajando en la pornografía, como hay cientos de mujeres ejerciendo la prostitución y a estas dos mujeres les pareció muy inteligente y original (más a Marina que a Alejandra) decir que son feministas y entre más lo pienso más me convenzo de que no hay ninguna relación entre feminismo y pornografía por una razón muy simple: la naturaleza del cuerpo de la mujer, sus particularidades. El cuerpo femenino es mucho más complejo que el masculino, todo en el cuerpo de la mujer está hecho para ser contemplado, tocado, disfrutado y por eso la pornografía se concentra en la mujer y manipula esos cuerpos hasta el límite. Mirarlas ya es un placer, ver cómo se visten y luego caen las prendas, ver los rostros, las formas de caminar, las curvas y luego ver esa belleza en movimiento convertida en muñeca de carne realizando actos acrobáticos hechos a la medida de la imaginación de quien está detrás de la actriz, de quien la dirige. Mujeres tratadas como muñecas de carne para saciar la imaginación y el deseo del espectador. Eso no tiene nada que ver con feminismo, tiene que ver con machismo, con el hecho de ver hasta dónde llega la imaginación masculina, sus fantasías hechas realidad a través del cuerpo de mujeres reales exhibidas para millones de ojos que contemplan gratis este triste espectáculo.

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