Arcadia es una revista cultural, hija de la revista Semana. Semana tiene versión impresa, digital y Semana en vivo. En Semana en vivo (un supuesto programa de debate) casi siempre invitan personalidades antagónicas y el tema casi siempre es político. Invitan a tres panelistas de izquierda y a uno de derecha y en esa pelea desigual el espectador sabe de entrada quiénes van a vencer al troglodita. Es un programa para mamertos.
Semana en vivo a veces se queda sin panelistas y contactan gente de relleno a través de Twitter. Ha estado en el programa gente de la categoría intelectual de Ita María Díaz y eso es digno de escandalizar a una persona seria; a Ita la ponen a hablar de política o de feminismo sin el menor asomo de rubor, le conceden al espectador el rol de un niño inocente, ignorante y fácil de engañar.
¿Quién es Ita María Díaz?
Una influencer «experta» en moda y maquillaje, estrella de Instagram por su culote y su colección de vestidos de baño, coleccionista empedernida de paseos y de playas, una diva de redes educada en política y en feminismo a través de tuits manoseados millones de veces por feministas de red y hombres buscando sexo en redes, los famosos aliados del feminismo.
Con tres palabras clave Ita, la falsa feminista, crea el 98% de sus tuits: feminismo, empatía y privilegio.
A pesar de que en Semana en vivo a veces invitan a Ita el espectador queda con la sensación de que presenció un debate.
En el último programa queda uno un poco confundido porque los cuatro panelistas están involucrados, trabajan para la revista Arcadia y la revista Arcadia más que una revista cultural es un catálogo no muy diferente al de Leonisa. Ellos no venden calzones sino literatura y arte de dudosa calidad y en el programa de propaganda, en Semana en vivo, no debaten sino que tratan a lector peor que a un niño inocente. Durante una hora repiten los mismos lugares comunes que se repiten en Colombia desde hace más de cuarenta años: ¿Dónde están las mujeres? ¿Por qué hay escritura femenina? ¿Para qué sirve el canon? ¿Por qué no se reimprimen las obras de las mujeres? ¿Quién es quién en la literatura colombiana?..
Casi todos los libros de feminismo y literatura escritos en Colombia en los últimos cuarenta años se consagran a repetir las mismas cuatro ideas trilladas y la otra mitad del libro se trata de rellenar las páginas para que parezca un estudio serio, los rellenan con la biografía y las obras olvidadas que el patriarcado se ha encargado de borrar.
Uno de los ejemplos más grotescos del falso feminismo reciente que posa de estudio académico es este libro horrendo.
Uno de los pocos libros rescatables de la última década relacionados con feminismo y arte es el de Siri Hustvedt y ella también cae en la trampa de resucitar a las muertas y volver a nombrar a las olvidadas como si sirviera para algo.
En el falso debate de Arcadia, en la famosa lista de escritoras vivas y muertas de la tierra hispanoamericana, no brillan las mujeres colombianas porque aunque nos duela admitirlo en Colombia no ha nacido la primera gran escritora. Entre las muertas ilustres mencionan a las mismas cinco señoras sin talento que estudian de forma obligada en todas las carreras de literatura en las universidades colombianas y entre las vivas destacan a Laura Restrepo, Piedad Bonnett y Carolina Sanín. Al ver la triste lista le agradece uno a Dios que no aparezcan Gloria Susana Esquivel, Amalia Andrade, Margarita Rosa de Francisco, Virginia Mayer, Epa Colombia, Amaranta Hank y Margarita Posada porque si llegaran a estar en la Triste Lista el nivel de preocupación sería todavía mayor. Como para sentarse a llorar.
Delirio –de Laura Restrepo- Lo que no tiene nombre –de Piedad Bonnett- y Somos luces abismales –de Carolina Sanín- se presentan en la lista horrenda como las grandes obras de nuestras grandes artistas. He leído Delirio y Lo que no tiene nombre, no he leído Somos luces abismales por miedo a la náusea. He leído varios bodrios de Carolina Sanín y creo que mi pobre cerebro no soporta más intentos.
Cuando pienso en las Elegidas, en las artistas de la lista, pienso en Las muertes chiquitas y en Uno cambia el amor de su vida (por otro amor o por otra vida) y lo único que se me ocurre pensar es que estas señoras no escriben obras literarias sino que narran historias desgarradoras dignas de un reality más que de un análisis crítico o una segunda lectura. Son libros para leer y tirar. Ellas escriben para que lloremos juntos al saber cómo sufren las mujeres, quieren que sepamos qué las hace sufrir y llorar y que lloremos con ellas, piden a gritos a través de su escritura desgarrada muchos abrazos virtuales, sufren por lo cotidiano, no se quieren parar de la cama ni probar bocado. Estas señoras son dignas de asesoría psicológica más que de recibir medallitas para artistas.
Narrar la vida privada y tratar en detalle el sufrimiento personal vende y atrae público morboso porque vivimos en una época emocional gracias a las redes sociales. La soledad, el abandono, la depresión, el trastorno bipolar, la esquizofrenia y el drama del suicidio o el intento de suicidio o saber que un ser querido se suicidó se convirtieron en un negocio rentable que sirve para vender libros y cremas, vibradores y libros de autoayuda.
Pensemos, por ejemplo, en La rubia inmoral, una vieja verde idolatrada por Ita María Díaz y por Catalina Ruiz-Navarro:
Decir que los libros de la Lista son arte o literatura y pensar que no son lo suficientemente valorados por haber sido escritos por mujeres es torpe y triste. Deja peor a las mujeres en su competencia con los hombres porque se da a entender que la «sensibilidad», el «amor», los «sentimientos», el «sufrimiento»… por el simple hecho de ser abordados por una mujer se convierten como por arte de magia en Literatura. Si nos gusta más García Márquez o Vargas Llosa que Gloria Susana o Carito no es porque tengamos buen gusto sino porque somos hijos del patriarcado por más que seamos mujeres.
Los dejo con el bodrio: