Vagancia y soledad

La soledad se ve como castigo (si te portas mal terminarás solo como un perro) y la vagancia como un peligro para la sociedad (el que no trabaja no come y ganarás el pan con el sudor de la frente), serás esforzado como un maestro de obra aunque seas un maestro de las letras y las artes porque el trabajo más que un mandato del capitalismo es un mandato de Dios, el Creador de todas las cosas, el Trabajador por excelencia. Como buenos hijos del buen Dios debemos ser esforzados como Él, dignos de admiración de vecinos, familiares y amigos. Que todos digan de ti: ¡Mira cómo es de trabajador! ¡Mira cómo ha triunfado en la vida al esforzarse como una mula!

Un vago que va siempre solo sin estar disponible para nadie y que no tiene nada pendiente por hacer durante los próximos seis meses debe pasar por un loco peligroso o por un brujo. Si es una mujer debe parecer todavía más loca y más bruja también porque todo en la mujer es pura negatividad y porque la soledad y la vagancia le lucen más al varón: una mujer sola deambulando a las diez de la noche por una calle cualquiera merece el trato de víctima porque a nadie se le pasa por la mente que caminar caminos largos en la noche puede ser estimulante para la mente y para el cuerpo sin importar si ese cuerpo es de hombre o de mujer.

Las personas que deciden vivir solas para siempre parecen sospechosas y lo son todavía más si no saludan a nadie, si no son amigas de nadie a tres kilómetros a la redonda en una ciudad como Bogotá porque qué bonito es saludar y ser saludado y porque un vaso de agua no se le niega a nadie y un saludo tampoco.

Lo que no saben los sociables es que un saludo puede desencadenar una conversación que pudimos haber evitado y las evitamos todas porque somos seres sensibles y delicados que no soportamos el chisme ni las palabras sin sentido, es decir, la mayoría de las conversaciones entre seres humanos que no aman el cine sino lo que venden en las salas de cine, como si no se pudieran comer eso que comen en las salas de cine en la sala de su casa, por ejemplo.

Tienen pareja, hijos, mascotas, suegras, yernos, vecinos, amigos, compañeros de trabajo, teléfonos, computadores, televisores, casa, carro, bicicleta, van al gimnasio, visten a la moda, ganan más que el vecino. Todo eso los llena de júbilo y sin embargo se desesperan los fines de semana con puente aunque trabajen para olvidar la desesperación, para deshacerse de ellos mismos, para no tener que cargar con su propia miseria y por eso mismo en vacaciones huyen desesperados a otra ciudad o a otro país. Van a mirar el teléfono desde otro aire, caminan por otros centros comerciales y compran lo mismo que podrían haber comprado en cualquier ciudad del mundo porque en todas las ciudades del mundo venden los mismos tenis apestosos y el buen café. ¡Pero los locos son los que viven solos y la vagancia es peligrosa porque al que no hace nada se le pasan por la mente los peores planes!

No hay nada más inofensivo que la persona que vive sola y no trabaja estando completamente apta para vivir con otra gente y matar el tiempo a cambio de dinero para llenar el vacío comprando mientras llega la hora de volver a trabajar.

La verdadera subversión en este tiempo miserable no es tatuarse el cuerpo entero, perforarse, expandirse, prostituirse, operarse, estirarse o hacerse pasar por cinco personas distintas en las redes sociales. Lo verdaderamente subversivo es quedarse solo en su casa sin molestar a nadie todos los días de la semana, de la vida entera.

Autor: Elsy Rosas Crespo

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