La influencia de Schopenhauer

Nací seria, reflexiva, crítica, silenciosa y con ideas claras sin haber leído ningún libro y los libros me atraparon desde niña. Empecé a salir sola a los 12 años y mi instinto me llevó directamente a la biblioteca. En la biblioteca empecé leyendo filosofía tal vez porque sabía que la filosofía es lo primero que se debe estudiar en la vida y porque la filosofía por sobre todas las cosas sirve para encontrar ideas para aprender a vivir y por lo mismo se debe leer cuando no se ha vivido casi nada, las ideas para vivir se deben encontrar antes de haber cumplido veinte años.

Antes de cumplir quince sabía bien quién era Schopenhauer y lo leía con cariño. Ayer un amigo me contó que vio una conferencia de tres horas sobre el filósofo y pensó en mí, pensó que mi manera de vivir y de pensar está marcada por la forma de vivir y de pensar de Schopenhauer, vi la conferencia y resulta que tiene razón pero Fernando Vallejo está todavía más cerca de Schopenhauer, parece una imitación barata.

Tratando de entender esa influencia llegué a la conclusión de que probablemente no hay imitadores de Schopenhauer sino gente que nace desde el siglo XIX hastiada de todo, críticos afilados, gente desesperada y amantes de los libros no sólo porque aprecian el conocimiento y el arte sino porque es gente aburrida que no ama el trabajo, no cree en el amor, no se quiere reproducir, no cree en la condición humana, le entrega su cariño a poca gente y no soporta las conversaciones estúpidas ni los sentimientos falsos.

Amé con desesperación a Schopenhauer, lo leí con atención, aprendí a odiar a Hegel sin haberlo leído nunca y tomé la mitad de las decisiones más radicales para vivir seguramente gracias a sus consejos pero no lo leo desde hace unos veinte años porque siento que me lo sé de memoria. Regalé todos sus libros y debo reconocer que mi gran influencia no es sólo Schopenhauer sino la suma de varios filósofos, sociólogos y artistas: Sócrates, Cicerón, Diógenes, Platón, Plotino, Ovidio, Séneca, Plutarco, Pascal, Montaigne, Dickinson, Baudelaire, Flaubert, Duras, Woolf, Cioran, Bukowski, Bierce, Lovecraft, Chandler, Bourdieu, Bauman, Burroughs, Bernhard.

Me gustan los humanistas y artistas obsesionados con la verdad, gente de sensibilidad extrema y pocos amigos, escritores con ideas claras expresadas con humor amargo que se divierten o se olvidan de la miseria consumiendo drogas o alcohol, aislándose, gente que ha sido odiada, despreciada o incomprendida por la masa que confunde lucidez con odio, envidia, resentimiento, amargura o ira mal contenida cuando en realidad se trata de gente desesperada que busca consuelo leyendo a otros escritores lúcidos y desesperados porque sienten que hay alguien que puede comprender lo que ellos piensan y sienten.

Schopenhauer estaba desesperado en el siglo XIX con justa causa y escribió una obra voluminosa que se resume en dos o tres ideas centrales que cualquier ser humano actual puede evidenciar sin haberlo leído; en el siglo XIX había desesperación y obras que anunciaron en parte la miseria que se vive en el siglo XXI, el siglo de los filósofos ligeros y los sociólogos desesperados, la literatura digerible y redes sociales más peligrosas que la peor droga. Schopenhauer como amante de Buda sueña con la paz y no se imaginó la velocidad ni la desesperación actual a pesar de la satisfacción permanente y efímera, se trate de sexo fugaz, comida rápida, compra en línea o en el centro comercial.

Sospecho que el sabio de esta época no es que el vive solo, no trabaja, sale a comer y a caminar todos los días, aprecia el arte y se cultiva todo los días como si fuera una planta sino la persona que puede conservar la cordura en medio de la pandemia, la escasez, la incertidumbre, el exceso de estímulos, la búsqueda desesperada de experiencias para olvidarse un poco de sí mismo, me imagino que el acto filosófico más valiente en esta época es no dejarse arrastrar por el desenfreno y la desesperación en la que vive la mayoría de la gente sino aspirar a la paz perpetua, la muerte en vida, la imperturbabilidad y la quietud.

Mujeres que decidieron vivir solas

Margarita Rosa de Francisco está estudiando filosofía a distancia en la UNAD y ahora escribe sobre temas de toda índole como si se tratara de una académica reputada. Escribe columnas de menos de siete párrafos en El Tiempo en pose de autoridad y casi siempre se escuda en una amiga menos competente que ella para desarrollar mejor sus planteamientos.

La última columna se titula «La mujer sola» y empieza diciendo: «Vanessa Rosales, escritora especializada en crítica cultural, historia y teoría de moda con perspectiva feminista, tiene un pódcast exquisito que se llama ‘Mujer vestida’. En un episodio titulado ‘Mujeres solitarias’ hace una reflexión muy inspiradora sobre la soledad de las mujeres. Comparto con ella la apreciación de que esa particular situación ha resultado siempre muy inquietante socialmente».

Para comenzar pensemos en lo triste que resulta pensar en mujeres que viven solas o decidieron vivir solas como La mujer sola o Mujeres solitarias. Los dos títulos se oyen despectivos y conmiserativos. Ellas le quieren hacer creer a la audiencia que no es tan desagradable vivir sola y la mujer no precisa del hombre para sentirse bien pero lo más seguro es que han padecido con el demonio de la soledad y no encontraron al hombre de sus sueños o la historia de amor que vivieron con sus respectivos príncipes azules simplemente no funcionó y ahora quieren posar de independientes.

Margarita continúa con una frase digna de una influencer que posa de psicóloga sin haber estudiado psicología: «Nuestra cultura no se ocupa de cultivar la soledad en general. Por el contrario, esta es considerada una amenaza y un estado que debe ser breve y, en lo posible, evitarse a toda costa» y continúa: «La soledad femenina tiene connotaciones específicas que todavía la relacionan con el fracaso amoroso, el abandono, el rechazo masculino, y también con la neurosis o la locura».

Quiero decirle a Margarita que está hablando de lo que no sabe y no ha vivido. Cuando en Bogotá una mujer decide vivir sola -y hablo de mi experiencia- la presionan para que se case y tenga hijos hasta los treinta años, después de esa edad se empieza a respirar una libertad absoluta y la gente siente curiosidad y admiración por las mujeres que viven solas y no he percibido ningún tipo de violencia ni discriminación por ser soltera  y no tener hijos. Los vecinos me miraban con recelo al comienzo pero después de varios años asumieron con resignación que si uno no tiene marido ni hijos tampoco quiere ser amigo de los vecinos. Ellos respetan esa decisión y saben que nunca los voy a mirar porque no estoy obligada a mirarlos y mucho menos a saludar a una persona todos los días solo porque vive al lado.

Dice Margarita de nuevo equivocada: «Puede ser que la soledad prolongada de un hombre o una mujer siempre sea sospechosa. Pero una mujer sola inspira lástima. No tiene quien valide su rol. Parece como si su soledad no pudiera provenir de una voluntad autónoma, sino de la decisión de otro, que la ha dejado y desdeñado». Le cuento a Margarita que después de vivir sola durante más de treinta años a los hombres no les importa si soy soltera o casada, si vivo sola o tengo gato porque con ellos sólo hablamos de asuntos que de verdad importan como la literatura, la política, el fin de la historia o la existencia de Dios. A medida que pasa el tiempo hay más personas que quisieran saber de mí y no precisamente para consolar mis horas de soledad sino porque les interesa  saber qué pienso sobre los temas que nos interesan.

Otra mentira: «Es muy curioso que la soledad de la mujer suponga un mal, una abyección, y no un momento anhelado por ella. Además, a las mujeres se nos enseña a temerle a una soledad que solo alude a la dolorosa ausencia de hombre». Le cuento que yo me hice a mí misma y en mi casa nunca me dijeron -como seguramente le dijeron en la casa a Margarita- que si no consigo marido voy a ser digna de lástima porque una mujer sin un hombre al lado no vale nada y todos la van a ver como una loca frustrada fea e indeseable. Tomé la decisión de no casarme ni tener hijos cuando tenía nueve años y entre más vivo más me convenzo de que fue la decisión mejor tomada de mi vida porque a partir de esa soledad construida he armado todo el edificio de mi vida. Me imagino que para Margarita es deprimente imaginar que una mujer ha estado sola durante tres meses de cuarentena y puede pasar otros meses o tal vez seis sin renegar en ningún momento de su bendita, elegida y asumida soledad.

Margarita sigue diciendo una lista de barbaridades y ella asume que todas las mujeres en Colombia compartimos su pequeño mundo mental y sólo hemos leído literatura colombiana. No sigo analizando la red de estupideces porque se me acabó la paciencia. Sólo enuncio sus mentiras y suposiciones gracias a la forma en que fue educada, como fueron y seguirán siendo educadas la mayoría de las mujeres colombianas, con discursos de madres abnegadas que les piden ser pacientes con los hombres y con telenovelas en las que todavía prometen el matrimonio como el momento más deseado de la vida:

  • «Todavía elegimos soportar las agresiones de una pareja con tal de no formar parte del triste grupo de mujeres solas. Creemos que es preferible ser atacadas por quienes ‘nos aman’ que asumir el tiempo muerto que precede al júbilo de la liberación».
  • «La soledad de la mujer en esta sociedad no es un espacio vital, sino algo semejante a una enfermedad deprimente que, históricamente, se ha pretendido ‘curar’ prescribiéndole camisas de fuerza, como el matrimonio, para protegerla de su escasez fundamental».

Para terminar sale con este chiste gestado en los debates con «feministas» hechas a pulso en las redes sociales sin haber leído ningún libro sobre feminismo:

Mujeres: si queremos desmontar el patriarcado, empecemos por resignificar nuestra soledad. Estar solas no puede seguir produciéndonos vergüenza.

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Twitter y la literatura

Desde 2009 tenemos Twitter y desde el comienzo de Twitter los escritores han estado ahí con su ego malo y sus fantasías de quinceañera.

Con Twitter se vive una especie de historia de amor y al comienzo -en los dos o tres primeros años- los novatos, los más inocentes, los más incautos y menos inteligentes, asumen que se puede cambiar el mundo desde Twitter, creen que ahí se pueden encontrar los mejores amigos, los grandes trabajos, los mejores contactos y que además se puede hacer literatura, filosofía y sociología en tiempo real y para siempre. Nada más alejado de la realidad y nadie ha escrito una novela en tuits aunque muchos inocentes lo hayan intentado y en Twitter, como en todas las redes sociales, lo que es importante hoy no lo será mañana y la pelea o la confesión de hoy será borrada y olvidada por la pelea o la confesión de mañana.

Como en todas las historias de amor siempre pasa lo mismo y recientemente descubrí una nueva promoción, una nueva sociedad de poetas y filósofos más o menos malditos y rebeldes recién graduados en universidades de Medellín, niños y niñas que llegaron a Twitter en 2018 o 2019 repitiendo las mismas tonterías de los «artistas» que hicieron el ridículo con sus experimentos absurdos en 2012 o 2013. Igual que con el amor nadie vive las experiencias de otro y cada quien debe meter la pata en el mismo hueco para convencerse de que está cometiendo las mismas tonterías de nuestros abuelos.

Mucha gente lamenta que Kafka, Nietzsche, Bukowski, Schopenhauer, Bernhard, Pascal, Dickinson y los grandes aforistas del mundo estén muertos y, por lo mismo, no tengan cuenta en Twitter para vivir el privilegio de asombrarnos con la contundencia de sus frases y la claridad de sus pensamientos.

Entre 2010 y 2015 usé Twitter de forma frenética y analicé la experiencia en este blog. Mis «experimentos» de escritura me trajeron muchos problemas y ninguna obra y, sin embargo, hay gente escribiendo novelas ridículas sobre amores con hombres esquivos que no se dejaron ver ni tocar y hay una sociedad de filósofos disertando sobre el ser y la nada como si estuvieran en una aburrida clase en una universidad cualquiera.

La mejor filosofía de la vida

Mi programa futuro será la tranquila desaprobación de las instituciones humanas en general, incluyendo todas las formas de gobierno, la mayoría de las leyes y costumbres, y toda la literatura contemporánea; creencia entusiasta en la teoría darwiniana, intolerancia ante la intolerancia, y guerra contra todo hombre con una misión…, el sufrimiento humano y la injusticia humana en todas sus formas contempladas con un interés meramente curioso, mientras uno mira en el interior de un hormiguero.

Ambroce Bierce

Dialéctica como forma de venganza

¿Es la ironía socrática una expresión de rebeldía, de resentimiento plebeyo? ¿Disfruta, en su calidad de oprimido, de su ferocidad mediante las cuchilladas del silogismo? ¿Se venga de los aristócratas a los que fascina? El dialéctico tiene en sus manos un instrumento implacable: con él puede ejercer la tiranía; al que vence lo deja en entredicho, porque obliga a su adversario a tener que probar que no es un idiota; enfurece a los demás, y a la vez les niega toda ayuda. El dialéctico reduce el intelecto de su adversario a la impotencia. ¿Será la dialéctica socrática una forma de venganza?

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Erudición, sabiduría, inteligencia y creatividad

Para Ernesto Castro (sin cariño)

Como no nací en vano y tengo cuarenta años de experiencia como lectora es justo que en este trecho de mi vida sepa exactamente cómo vivir y lo sé porque para eso nací, para saber cómo vivir y dar ejemplo con la propia vida. Mi performance consiste en vivir la vida para que los demás aprendan cómo con una única condición: no se me acerque cuando voy caminando por la calle embebida en mis pensamientos.

Mi ejemplo no está hecho de palabras sino de actos porque no pretendo ser erudita sino sabia y creativa. No me verán en conferencias, congresos ni tertulias hablando con prepotencia o con aire de falsa humildad sobre el arte de aprender a vivir para terminar luego tirándome por la ventana o llorando amargamente porque me siento sola, triste, confundida y desesperada. No, si usted hace el seguimiento de mi vida se va a dar cuenta de que todo es acción no predicación.

El erudito es cuadernero, comelibro, sin sentido del humor, un hombre inseguro que necesita sentir que vale algo porque «sabe mucho», tiene buena memoria y talento  para repetir como una lora vieja y bien entrenada toda la basura que ha leído en los libros, como si repetir datos o ideas sirviera para algo en la vida aparte de para descrestar calentanos.

Si necesito saber algo leo y leer a Platón no me convierte en Platón y mucho menos en Sócrates; me convierte en lectora, no en sabia.

No necesito a un pajuelo precoz que me explique en qué consiste la grandeza de Sócrates a partir del análisis de los Diálogos en un sucio canal de Youtube porque prefiero leer a Platón, a Aristóteles, a Alcibíades, a Rabelais, a Erasmo… y sumando la opinión de estos gigantes y la de otros muchos más crear mi propia imagen del sabio y tratar de asimilar para mi propia vida lo más rescatable de esta vida, para incorporarla a la mía.

La erudición es nada, la sabiduría lo es todo.

Hay gente que se llena el coco de información y la vomita luego en público para que la masa, la clientela, confunda ese vómito con inteligencia.

Erudición sin inteligencia no es nada, inteligencia sin creatividad no es nada, conocimiento sin sentido del humor es el alma de un hombre viejo encerrado en el cuerpo de un niño que posa de sabio porque «sabe mucho» y no sabe nada porque está desperdiciando la vitalidad de la juventud sentado cultivando una buena joroba.

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Carta abierta a Catalina Ruiz-Navarro

Buenas tardes, Catalina.

En 2013, cuando plagiaste a la feminista norteamerica, ya eras la Maestra del plagio porque en 2008 habías plagiado cuarenta páginas en el trabajo de grado que te concedió el titulo de Filósofa en la Javeriana. Nada más ni nada menos que filósofa, una pensadora, la discípula de Platón y de Nietzsche, cerdos machistas, misóginos odiadores de hembras débiles como tú. ¿No es  irónico que seas filósofa feminista empoderada y ahora que sabemos que mientes te hayas convertido en la caricatura de ti misma? ¿No te da vergüenza con tus ancestros, esas mujeres que se supone te enseñaron a ser fuerte, honesta y defensora de los derechos de los débiles o eso también te lo inventaste? Ahora sospecho que al ser la maestra del plagio también eres maestra de la mentira y la actuación y es imposible creer cualquier palabra tuya, impostora. ¿Todo en ti es mentira y engaño como los libros apilados en tu biblioteca de papel que tal vez nunca has leído sino que son un simple adorno bonito que usas para montar tu puesta en escena engaña bobos? Y como los bobos siempre son más ganas tú, reina.

¿Mientras copiabas párrafos enteros de otra gente que sí entiende a Deleuze no te sentías un poco pequeña por tratar de entender a un grande? Un hombre blanco europeo arrogante y seguramente despreciador de mujeres débiles de mente que no se conceden el placer de pensar por sí mismas?, ¿Querías posar de mujer inteligente al tratar de  entender el pensamiento de  un hombre fuerte y como su pensamiento es más poderoso que el tuyo decidiste robar las ideas de quienes sí lo entendieron? ¿No hubiera sido más fácil analizar el humor de Daniel Samper Ospina o la profundidad de pensamiento de Vladdo o los Aportes al Pensamiento Latinoamericano en la Obra de Ricardo Silva Romero? ¿Por qué te tenías que meter con Deleuze? ¿Qué querías demostrar? ¿Querías posar de inteligente, profunda y erudita cuando lo tuyo era la rumba dura y la catadura de condones o acaso ya se te olvidó que en ese tiempo eras una de las colaboradoras más frecuentes y entusiastas de la revista Soho? Eres una feminista de dos pesos que ofende al feminismo y a todas las mujeres que luchan todos los días en silencio por hacer un poco más digna su situación.

Me gustaría saber en qué momento empezaste a subestimarte como mujer y como intelectual, ¿Fue en primaria o en bachillerato? ¿Puedes alcanzar a imaginar el daño que le hiciste al feminismo con la representación de tu triste papel o tu inteligencia y formación académica no te alcanzan para tanto porque has consagrado tu vida entera a construir una imagen de lo que quieres ser y en realidad no eres nada?

Mejor no sigo porque después me dicen que voy por ahí dañando vidas.

Sócrates parresiasta

Su deber, su obligación, su responsabilidad, su tarea, consiste en hablar, y no tiene derecho a sustraerse de esa misión. Lo veremos precisamente en Sócrates, que lo recuerda a menudo en la Apología. Ha recibido del dios la función de interpelar a los hombres, tomarlos por el brazo, hacerles preguntas. Una tarea que él no abandonará. Aún amenazado de muerte, la cumplirá hasta el final, hasta su último suspiro

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