Laura pide cancelar a Fernando Vallejo. Mensajes de los lectores

Quisiera hablar un poco más de lo de Vallejo, aquí como un paréntesis. Me disculpo por la longitud.

Lo de Vallejo es típico de la mirada masculina y misógina sobre los problemas del mundo: culpar a las mujeres de los males que han sido creados por los mismos hombres en una sociedad patriarcal y hecha a la medida de ellos. Se ha hecho desde siempre en toda la producción filosófica y literaria de ellos. Pero claro, esto lo podrías detectar fácilmente en los autores que admiras si supieras algo de feminismo y no.

En el matrimonio los hombres tenían derecho a tener sexo con las mujeres casi por contrato, y así era en Colombia incluso por ley hasta el año 95 (cuando se creó la primer ley que consideraba la violación marital), aunque seguramente de facto lo es todavía en muchos lugares del país. Por su parte, el acceso a métodos anticonceptivos en la Antioquia rural de los años 40 seguramente era nula, las mujeres que intentaban abortar se morían muy a menudo, y los doctores no hacían la ligadura de trompas como ahora. Las mujeres casi no tenían otra opción de vida diferente a casarse y en los años 40s ni siquiera era todavía legal el voto femenino. Todas estas cosas son muy diferentes ahora, gracias el gran trabajo de las feministas de segunda ola, y si ignoramos la historia y las perspectivas de las mujeres se siente como si siempre hubiera sido así.

Vallejo no sabe de esto, o no le importa, porque como a muchos otros hombres le es imposible la capacidad de ponerse en los zapatos de las mujeres o empatizar con ellas. Para él las mujeres son otro grupo muy diferente, irrelevante, que no interesa analizar a profundidad porque son superficiales y solo han servido para crear más seres humanos malvados. Además, al ver la maldad del mundo y a pesar de ser una persona con plata, fama y privilegio, siente que fue una tragedia haber nacido y culpa a su madre de ello (jamás a su padre, al que admiraba y con el que se podía sentir identificado).

La Puta de Babilonia tenía que ser puta, porque eso es lo peor que se puede ser. A Vallejo poco le importa indagar sobre la feminización de esta profecía bíblica, probablemente no es una cuestión que haya pasado por su cabeza, y se siente muy cómodo hablando de la iglesia en esos términos a pesar de que todos los profetas y todos los jerarcas de la iglesia son hombres, y la religión cristiana fue claramente inventada por hombres. La iglesia está prostituida, ¡qué asco que nos debe de dar!

No creo que sea una elección conscientemente misógina, pero mi punto es que es una persona que no creo que jamás haya reflexionado sobre las realidades de la otra mitad de la población.

Aclaro que no soy crítica literaria experta en Vallejo (usted sí lo es, creo). No tengo estudios en literatura, mi profesión es completamente diferente, pero para mí esto es evidente.

Mensajes de los lectores

Hola Elsy, sí, soy G.M. Tu mensaje me pareció algo injusto, pues creo que el comentario que te hice del desapego estaba, según mi criterio, en sintonía con lo que habíamos estado hablando de los libros, en ese contexto y sin ningún ánimo de nada más. (El mensaje de Twitter lo dejé hace rato ya, y nació por la lectura que hice de algunos de tus textos en el blog, también por varios tuits que me parecieron interesantes y divertidos y por algunas fotos que me transmitieron una buena impresión).

Confesiones de una fea

Mis cabellos son abundantes, flexibles, dolorosos, una mata cobriza que me llega a la cintura. Con frecuencia me dicen que es lo más bonito que tengo y yo pienso que eso significa que no soy guapa. Me haré cortar esa extraordinaria melena en París, a los veintitrés años, cinco años después de haber dejado a mi madre. Dije: Corte. Cortó. Todo de un solo gesto, para pulir la obra la fría tijera rozó la piel de la nuca. Cayó al suelo. Me preguntaron si quería llevármelo. Dije no. Después ya no me han dicho que tengo un hermoso cabello, quiero decir que ya no me lo han dicho tanto, como lo decían antes, antes de cortármelo. Después, más bien han dicho: tiene una mirada bonita. La sonrisa también, no está mal.

Tous les garçons et les filles

Mientras oía la canción francesa clásica de plancha recordé El maletín del maestro, busqué la reseña que había escrito en 2016 y me encontré con esta joya. Voy a leer de nuevo el libro para ver si me deja la misma sensación.

Con ustedes, la Reseña:

El cielo es azul, la tierra blanca no es el título original de la novela de Hiromi Kawakami sino uno de los tantos versos que Harutsana Matsumoto obliga a leer, escribe o lee en voz alta para Tsukiko, es una referencia literaria entre otras y no precisamente la más importante, el título original de la obra es Sensei no kaban, algo como El maletín del maestro. Cuando el maestro muere hereda el maletín a Tsukiko, un maletín vacío que abandonó sólo dos o tres veces a lo largo de la historia.

La historia gira alrededor del profesor de japonés que siempre está muy bien vestido, camina erguido y  nunca abandona su maletín. Un hombre mayor que disfruta comiendo, bebiendo y caminando con una mujer joven (cercana a los cuarenta años) que fue su pupila en el instituto. Tsukiko no fue la más destacada de la clase, no recuerda ni siquiera el nombre de su profesor, por eso decide nombrarlo y pensarlo siempre como maestro, incluso cuando recordó cuál era su nombre. Cuando el profesor murió ella lloró mientras su hijo pronunciaba el nombre de su padre porque lo sentía lejano, porque para ella siempre fue el maestro. A lo largo de la novela llora, sonríe o suspira varias veces mientras piensa, pronuncia y grita la palabra maestro.

Un hombre y una mujer se reúnen casi siempre en el mismo sitio a comer, a beber, a ver partidos de béisbol, a observar a otras personas, a conversar sobre temas simples, los dos se sienten muy bien uno al lado del otro, desean encontrarse por casualidad, lo buscan. Cuando lo logran fingen que se trató de un encuentro casual, conversan tensos, se despiden con sequedad y cada uno se va para su casa; mientras caminan saborean la sensación que les deja la presencia del otro y no pasa nada más. En algunas ocasiones beben más de la cuenta, él abre la puerta de su casa y ella duerme cerca de él, no con él, y la sensación es desagradable, contradictoria, triste. Ella se acerca cada día más a ese hombre que no expresa emociones a través de  actos ni de  palabras porque él se define como un hombre obtuso y seguramente lo es, siente mucho pero expresa poco, casi nada.

Quien escribe y narra es una mujer, nada podemos saber de las sensaciones del hombre, pero las podemos adivinar. Ella lamenta ilusionarse y enamorarse de un hombre que parece tan dueño de sí mismo siempre, tan controlado, tan intelectual. Al final, después de muchas situaciones incómodas, después de avanzar lentamente en las aproximaciones físicas: caricias en el pelo, cogidas del brazo, abrazos tímidos, deciden tener una relación formal tras una incómoda declaración de amor. Empiezan las citas, los paseos, las llamadas, pero la tensión no desaparece nunca. Es amor pero ese amor está mediado por el respeto y la necesidad de parte del hombre de controlar siempre la situación, de estar seguro siempre de sostenerse sobre terreno firme. Ella desea a este hombre porque no está obsesionado con la posesión física o la expresión total del afecto, es amor y deseo contenido, pura sensación y es eso lo que la entusiasma, la imposibilidad de expresarse y de vivir la plenitud del discurso amoroso y el desenfreno del encuentro erótico.

Este tipo de amores están cerca de lo que en la cultura occidental se llama el amor cortés, es un amor imaginario, un deseo que no aspira a materializarse para no terminar condenado al hastío de la carne y la acrobacia de los cuerpos. Un libro hermoso para lectores soñadores y tímidos que disfrutan con este tipo de pasiones que no se satisfacen con la realización de los actos sino con el deseo y los sueños, estos amores son amores de fantasía.