Escribir es un asunto serio

Ayer a las siete de la noche era domingo

Estaba sentada en mi silla de leer y ver películas sin leer y sin ver películas

Sentía todo el peso del domingo aunque hoy no tengo nada que hacer

Porque mi condición natural es no hacer nada

Tampoco hacía nada cuando trabajaba o estudiaba.

Por instinto me hice masajes al lado izquierdo y derecho del cráneo

Y descubrí que el lado derecho produce el sonido que produce una articulación

Ya sé que el lado derecho de todo mi cuerpo es más sensible que el izquierdo

¡Pero jamás imaginé que un cráneo podría producir sonidos!

El masaje duró unos quince minutos y me levanté como una autómata

Me debía la reseña demoledora de Dos aguas, de Esteban Duperly, y me senté a escribirla

Escribir esa reseña no fue como escribir otras porque era de noche y nunca escribo de noche

Soy una persona racional pero también soy una persona intuitiva y la experiencia de la vida me enseñó que es mejor escribir antes del almuerzo porque el día me permite digerir lo escrito para llegar a la noche lista para dormir sin pensar en nada.

Escribir de noche fue diferente, una experiencia física, y mientras escribía temía lo que pasaría cuando terminara y pasó porque mientras escribía sentía el ímpetu de una boxeadora y tuve que quitarme la chaqueta y escribir en camiseta para hacer más contundes los golpes al consentido de Héctor Abad Faciolince, al nuevo editor de EAFIT.

Gozaba cada golpe dado y un golpe pedía otro todavía más contundente y cuando terminé de escribir sentí que se trató de una experiencia más física que mental, casi mágica, y recordé que hay gente que cree en duendes que comandan la escritura y me pregunté si hay duendes diurnos y nocturnos y me fui a dormir.

Primero oí un ruido no conocido pero no le presté atención. El ruido salió del lugar donde guardo el teléfono apagado y las gafas al lado.

¿Las gafas son ahora un objeto poseído por el duende de la escritura nocturna?

Sólo Dios lo sabe

Intenté dormir y no podía.

Me levanté, tomé agua, volví a intentar dormir y llegaron las pesadillas más espantosas de muertos vivientes a los que se les veía la sangre verde dentro del cuerpo porque la piel era transparente, cremas que aplicaba en mi cara y la alisaban hasta hacerla desaparecer y ojos blancos gigantes en esa cara mía que no se podían cerrar, alguien a mi lado intentando abrazarme con sus brazos largos y otra lista larga de abominaciones que me recordaron las pesadillas de cuando era niña y tenía miedo de la noche, miedo a soñar.

Después de las pesadillas volvió el sueño sin sueños, mi favorito de todos los tiempos, y me desperté pensando en escribir este post para guardar la experiencia en el recuerdo.

Autor: Elsy Rosas Crespo

Es más fácil si buscas mi nombre en Google.

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