Barbie y Oppenheimer: Dos perspectivas frente a la crisis de la democracia liberal

El texto que leerá a continuación fue escrito por Nicolás después de haber visto juntos dos veces Barbie y una vez Oppenheimer. Nos hemos reído de lo lindo leyendo comentarios de feministas pop colombianas y soñábamos con escribir un post a cuatro manos con una versión que sería iniciada por él y continuada por mí. Me envió su texto y me pareció tan masculino que decidí publicarlo sin intervención mía. Yo también quiero escribir sobre Barbie la próxima semana, espero tener el tiempo suficiente para expresar todo lo que siento. También soñamos con enviarnos cartas sobre temas coyunturales y compartirlas en este blog.

Con ustedes, el texto de Nicolás:

Criticada y ridiculizada hasta el hastío por algunas feministas, Barbie –la película que junto a Oppenheimer creó el fenómeno de internet Barbenheimer del que tantos internautas opinaron– enfrenta, sin embargo, uno de los problemas centrales en la crisis actual de la democracia liberal y del capitalismo global: ¿Debemos comprometernos y actuar de alguna manera, o es mejor permanecer en estado de contemplación y no hacer nada?

            Más allá del incremento de la temperatura en la Tierra ocasionado por los, así llamados, gases de efecto invernadero, que reporta gran parte de la dizque Comunidad Científica del planeta en creciente desigualdad entre y adentro de cada Estado nación que lo conforma debido a la concentración del valor y la riqueza en cada vez menos súper ricos avarientos; sin contar las guerras; ni los millones de desplazados por el hambre y la violencia que no pueden reclamar los tales Derechos Humanos Universales por fuera de los límites de su frontera; ni tampoco los nuevos muros ni murallas que por todo lado levantan nuevas formas de apartheid, parece que en el capitalismo actual el desarrollo de las fuerzas productivas es tan alto que ya no se corresponde con las relaciones sociales de producción. Los grandes grupos económicos se adueñaron progresivamente del mundo, contradiciendo de manera incremental la máxima de respetar la soberanía nacional, ahora controlan los gobiernos adentro de las naciones a través de la financiación de campañas, por ejemplo, o ejerciendo presión para que las leyes y las regulaciones funcionen para su propio beneficio. El capital financiero y el aparente predominio de internet en la producción de valor hacen ver como ineficaz e insuficiente al marco normativo que regula las relaciones de producción en el Estado moderno. Pero incluso si nada de esto fuera cierto, aún así existen muchas películas que nos muestran un futuro desastroso para la mayoría de los seres humanos, respondiendo sin pudor a una pregunta que nunca nadie hizo: ¿Qué nos espera?

            Ambas películas plasman el tránsito entre fantasía y realidad, pero de un modo distinto. En Oppenheimer, las teorías de la física más avanzada del momento son puestas en práctica en la construcción de la bomba atómica, luego de un cálculo moral perverso: la demostración de una fuerza de exterminio masivo hará que ningún Estado use armas tan poderosas en la guerra. Pero el nivel de violencia aplicada contra los japoneses impresiona tanto a Oppenheimer que pasa de liderar el proyecto Manhattan a militar contra el desarrollo de más armas de destrucción masiva en su país. “Soy el destructor de mundos”, citaba Oppenheimer del Gita buscando un refugio moral para la implicaciones de su trabajo. El escape al hinduismo también arroja luces a la pregunta que su esposa le hace repetidamente durante su proceso jurídico-administrativo, cuando encuentra que la academia y el gobierno y tal vez toda la institucionalidad están podridas, le dice: ¿Por qué no te defiendes? La voluntad libre no se exterioriza más y parece suspendida porque se detiene ante la insuperable brecha entre el ser y el deber ser: si entiendo el mundo como un lienzo en el que plasmo mi subjetividad como objetiva y actúo pensando que mi idea de bien es universal, pronto me encuentro con otras subjetividades que la descubren como particular y que la pueden juzgar como mal. Oppenheimer parece resignado ante los designios de fuerzas superiores a él, perdonando las ofensas mientras espera que llegue algún tipo de justicia karmika.

            En Barbie se ve mejor el problema. En un universo paralelo que podemos afectar aun sin saberlo, y conectado con el nuestro por medio de un portal que pueden atravesar humanos y muñecas, prospera la utopía de algún sector de la sociedad que habitamos de este lado. Barbieland es el lugar donde se realizan los más perversos deseos del feminismo neoliberal: el dominio absoluto de la producción y la política por parte de las mujeres y el sometimiento total de los hombres a estas normas. Cuando Barbie y Ken vienen al mundo real, la trama se parte en dos: Barbie inicia una aventura de iluminación sobre el significado de la humanidad mientras Ken regresa al reino de la fantasía para implementar una caricatura de Colombia: el patriarcado de los caballos, la cerveza y los camiones. Pero de esto nos enteramos luego, cuando Barbie huye de la Corporación Mattell con la ayuda de Gloria y su hija Sasha de regreso a Barbieland, que para entonces ya se ha convertido en Kendomland, la fantasía patriarcal de Kent llevada a la práctica: la negación deBarbieland, el segundo momento de la Idea. Frente a este panorama, Barbie se resigna y parece anular el ejercicio de su voluntad, pero es rescatada por unas palabras de aliento pronunciadas por Gloria, que decide no rendirse ante la injusticia de los Ken. Allá, en el mundo de la fantasía, a punta de discurso y acción directa, las dos mujeres y un grupo de Barbies organizadas lograron reconquistar el poder político: el tercer momento de la Idea, la negación de la negación. Hacia el final de la película, la presidente de la Barbieland recuperada refuta al gerente bonachón diciendo: “No, no estamos como al principio”.

            Barbie no es un tratado sobre genero y activismo feminista, es una comedia porque se burla de lo absurdo de la triste humanidad condicionada por la ideología. La triada dialéctica es usada –junto con dos periodos del feminismo encarnados en la mamá y la hija– para señalar que la esencia misma del concepto es su devenir constante en la Historia. Aquí también hay violencia, y una muy exquisita en la escena que me recuerda al Club de la pelea, cuando Ken se golpea a sí mismo frente a Barbie. El mensaje es claro: el derrumbe del marco normativo actual requiere también destruir lo que de él hay en nosotros porque es desde nuestra propia subjetividad donde este emana. Pero, a diferencia del Club de la pelea, donde el aislamiento esquizoide del protagonista es vencido por el amor luego del suicido simbólico, y así la libertad se representa como social en tanto es reconocida en la relación con los demás, Ken termina repitiendo el mantra de la superación personal: Ken soy yo, yo soy suficiente. La tautología yo soy yo solo puede funcionar en Barbieland porque supone la muerte de la idea de la voluntad libre. La genialidad de la película está en no detenerse aquí sino en refutar esta consecuencia por medio de la ironía y la pregunta de Barbie por la esencia de la humanidad.

            Las ideas son algo muy poderoso construido por las personas porque saben que mueren, le dice Ruth a Barbie en esa nada previa a su tránsito definitivo al mundo real. Sin embargo, Barbie no quiere ser más la imagen sino el sujeto que imagina, es decir, aún sabiendo de la inutilidad total de nuestras vidas, ella decide dejar de ser el mero concepto y cobrar actualidad, esto es, resuelve hacerse real: el despliegue completo de la Idea. Pero no por esto el final es perfecto, el resultado de perseguir nuestras más oscuras fantasías de Bien y Verdad no concluyen nunca con el Bien ni la Verdad, por eso, en el graciosísimo final de la película, el único resultado de la emancipación de Babrie es una triste cita con la ginecóloga: un perverso recordatorio de esa estrofa escrita por Charly Garcia en Cerca de la revolución

Y si mañana es como ayer otra vez

Lo que fue hermoso será horrible después

No es solo una cuestión

De elecciones

No elegí este mundo, pero aprendí a querer

            Al final de Oppenheimer se nos revela la advertencia que Einstein le había hecho junto a el lago: Que si algún día le dan una felicitación o una medalla, recuerde que no lo premian a él sino que la felicitación es para ellos mismos. En relación con nuestra situación la interpreto de esta manera: puede ser que cualquier cosa que hagamos hoy por aventurarnos desde nuestras más nobles fantasías de Justicia no solo termine en los más atroces crímenes y horrores contra la humanidad, sino además sea completamente funcional al modo de producción y al marco normativo que pretende superar. Desde el planteamiento de esta posibilidad llegamos a la quietud del escéptico: rechazar cualquier certeza de verdad negando que podamos llegar a esta sin caer en dogmatismos, o a la del relativista: renunciar a la búsqueda de la verdad porque que todo juicio es verdadero para el que lo enuncia. Barbie, por el contrario, concluye que al menos podemos tener certeza del error, y que desde ahí estamos un paso más cerca de la verdad.

Un día perfecto

Doy un paseo, voy a buscar el periódico y me tomo un café, disfruto de no hacer absolutamente nada, el aire puro y el sol estupendo, los días despejados, las montañas y las personas son de pronto, también estupendas. Al mediodía como abundantemente, tanto como puedo, lo más sano posible, me atiborro bien. Y luego, hacia las cuatro, vuelvo a trabajar, la mayoría de las veces mejor aún que por la mañana. Y después, hacia las siete o siete y media, me harto, voy a dar otro paseo y luego llega despacio la cena. Que en realidad es muy poca. Un trago de vino, agua mineral, medio melón, un poquito de jamón y eso es todo. Y luego un poquito de televisión. Aunque sea en español. Se miran las caras y se imagina uno algo. Y cuando no se comprende el idioma resulta más descansado, porque uno probablemente pone más de lo que en realidad dicen las imágenes.

Thomas Bernhard

Petro el sabio

Petro daba un apasionado discurso sobre las desigualdades sociales y la injusta distribución de la riqueza.

Según sus palabras, la solución pasaba por compartir y repartir con los que menos tenían.

Uno de los que oían preguntó:

– ¿Es cierto que tienes dos carros?

– Así es, contestó Petro.

Yo no tengo ninguno. ¿Por qué no me das  a mí uno de los tuyos?

Bueno -dijo Petro- estoy hablando en términos generales. ¡Además una cosa es la teoría y otra la práctica!

Sin erotismo no hay nada vivo

Uno se ve lanzado de un lado a otro. Ese es el mejor impulso vital y estímulo que se puede tener. Si se limita a amar, está perdido. Si se limita a odiar, está perdido igualmente. Sin erotismo no hay nada vivo.  Ni siquiera los insectos, que lo necesitan también. Salvo que se tenga una idea muy primitiva del erotismo. No es ése mi caso, porque siempre procuro superar lo primitivo. No necesito una hermana, ni necesito una amante. Todo eso se tiene dentro y a veces se puede utilizar, si se quiere. La gente cree siempre que aquello de lo que no se habla sin más no existe, pero eso es una tontería. Un anciano de ochenta años, que está en cama en algún lado y no ha tenido esa clase de amor desde hace cincuenta años, tiene también su vida sexual. Al contrario, se trata de una existencia sexual mucho más estupenda que la primitiva. Yo prefiero observarlo en un perro y no perder fuerzas ya.

Thomas Bernhard