Pedro Carlos Lemus es uno de los egresados de los Andes desvividos de admiración por su profesora Carolina Sanín y como ella es una mujer comprometida con sus aduladores la joven promesa de la literatura colombiana ya publicó su primera novela en un gran sello editorial, el mismo que le publica a su maestra. He tratado de leer El sol, el último libro de la profesora eterna, y no he podido pasar de la página 30 pero me sigo prometiendo: algún día tengo que terminarlo por fin y escribir sobre por qué es un libro tan detestable y ahora que su discípulo publicó también y se convirtió en Autor fantaseo con escribir un ensayo sobre la pareja de libros y la motivación nació a partir de la reseña de Lo llamaré amor, un texto que publicó Juan Sebastián Lozano en Facebook y en su blog.
Voy a citar algunos fragmentos del texto de Juan y los complementaré con apreciaciones mías. Los párrafos finales extensos sin comentario son sobre temas que me interesan desde hace mucho tiempo y no necesitan ninguna explicación. Me parece importante que se traten estos temas, que se denuncie la deshonestidad intelectual y los favores entre amigos que aspiran a ser escritores porque les parece lindo, no porque tengan talento y algo valioso que decir, un gran descubrimiento poético o la genialidad hecha palabra. Espero que el ejercicio llamado la crítica de la crítica sea del total agrado de los lectores.
Dice Juan Lozano: «Pedro Carlos Lemus hace agudas reflexiones sobre el tema, el libro también es un ensayo y se nota el bagaje académico del autor, aunque a veces caiga en disquisiciones un poco inanes a mi parecer, tipo Carolina Sanín, la famosa en el continente por sus polémicas y transfobias». Si el libro del joven amateur cae en disquisiciones un poco inanes no debe quedar ninguna duda (sin haber leído el libro) de que el autor forma parte de la Escuela de Simón Villegas Restrepo, Diana López Zuleta, Margarita Rosa de Francisco y Guiseppe Caputo. Me gustaría leerlo sólo para saber que no estoy equivocada no porque sea adivina sino porque este grupo de amigos se parecen mucho en que quieren parecer inteligentes, serios y profundos, comprometidos con la verdad, la justicia, literatura y el arte pero están unidos en el reino de la tontería, la zalamería y ningún tipo de disimulo para fingir que son esforzados cuando en realidad están muy bien rodeados, saben moverse en la fauna cultural y no saben lo que es el decoro ni la vergüenza.
«Pedro Carlos es amigo de Carolina Sanín, ex alumno, ella lo patrocina, y se nota la influencia de la autora a quien he intentado leer, pero no he podido con su estilo, tal vez es muy elaborado y erudito para mí, me duerme, no me interesa que hable sobre sí misma porque su vida no me parece interesante (hablo del libro «El Sol» que comenzó bien, pero en el segundo ensayo cerré el libro y lo regalé)». Yo tampoco he podido avanzar en la lectura del último libro de Carolina Sanín pero como lo prometí en la párrafo anterior espero por fin terminarlo algún día para escribir sobre el escribir, sobre por qué se escriben tantas tonterías que quieren hacer pasar por literatura y las publican en grandes editoriales.
«Debería liberarse del influjo de Sanín como quien se sacude una caspa; debería separarse de la teta de mamá y seguir el camino de sus virtudes, de su narración tierna, de su buena exploración de la cultura popular latina, y soltarle la mano a las reflexiones narcisas tipo Sanín que son buenas para dormir a inquietos y salvajes como el que escribe este texto». Tenía la sospecha de que Carolina Sanín trataba a sus estudiantes más zalameros como si fueran sus hijos y si eso es cierto es lamentable no poder separar el trabajo de los afectos, más si tenemos en cuenta que la mayoría de los estudiantes de universidades privadas son niños abandonados en un apartamento mientras su verdadera madre trabaja; está bien que algunos jóvenes vayan a estudiar en busca de la figura materna y la terminen encontrando en su profesora pero ¿eso le da el derecho a la maestra de convertir al hijo-estudiante en escritor?
«Y otra reflexión a partir del libro, ya no del libro en sí, sino de lo que lo rodea… Cansa, satura, la cantidad de elogios que ha recibido este libro por parte de amigas y amigos del autor que están bien posicionados en el campo literario criollo. Ya viene el libro, la contraportada y el papel o cinta esa que lo rodea, no sé bien cómo se llama, con loas sentidas de Carolina Sanín, mamá; de Margarita Rosa de Francisco, tía (en sentido figurado), actriz de telenovelas devenida en filósofa… en las redes he visto a Diana López Zuleta deshecha en elogios, flores al viento. Giuseppe Caputo también se sumó al coro, en este caso entiendo su identificación con Pedro Carlos, solidaridad, gustos en común, suele recomendar los libros que le gustan. Yo también elogié la novela en historias de instagram cuando la terminé, como he dicho me parece buena, por hoy me levanté algo asqueado con la publicidad que le hacen y tampoco es para volvernos locos. No es el acontecimiento del año como lo quieren hacer ver, es maluco el amiguismo y el sobémonos la chaqueta y el pantalón cool.
Pedro Carlos Lemus es editor de la buena Laguna libros, está muy bien relacionado, la publicación de su libro en la transnacional Penguin Random House parece una consecuencia de esto, aunque la calidad de la obra justifique la publicación.. ¿Lemus fue colado por sus amigas en la fila de autores que aspiran a publicar en una editorial grande y a que les hagan el debido bombo, las loas sentidas y sentimentales? Sí, este libro, como objeto, en su totalidad, es un buen producto comercial, la portada es sexy, sin duda; Lemus es el hijo querido, el hijo aventajado, despierto, de Carolina Sanín y Efraim Medina Reyes, una unión improbable, una unión ganadora.. Los que lean la novela tendrán sus respuestas, sus conclusiones y otras preguntas sobre Colombia y su literatura y sus autores (y actores) que se abren paso en medio de la sangre y la violencia y el amor destruido y la felicidad, también somos un país feliz».
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