¿Maestra de la sátira?

Me han dicho que soy como Quevedo y me parece que no es para tanto pero por la reacción de algunas personas ante algunas de mis composiciones he estado pensando en esta frase escrita en defensa mía en 2015 por Isis Giraldo: «A pesar de que no compartimos muchos de sus puntos de vista, nos parece una lástima su suspensión (se refiere a mi cuenta de Twitter @ensayista). Gracias a esa cuenta conocimos joyas de la sátira, como la entrada del blog “ Emprendedores colombianos en la red — El caso Catalina Alba” y esa frase clave de la cultura económica colombiana (“No nos dan plata pero nos dan cositas”) con la cual estuvimos a punto, literalmente, de estallarnos de la risa».

Todos y todas sabemos que por burlarme de Catalina Alba, Catalina Ruiz-Navarro, Ricardo Silva Romero, Isaías Peña, Mateo Cardona, Jorge Orlando Melo, Sandra Suárez, Fabio Rubiano, Carolina Sanín, Giuseppe Caputo, Amalia Andrade, Gloria Susana Esquivel, Margarita Posada, Virginia Mayer y un larguísimo etcétera he recibido todo tipo de amenazas, insultos, humillaciones y descalificaciones.

Ayer volví a leer el post de Isis y creo que sí tengo algo de comediante involuntaria y en relación con la sátira («La sátira es un género literario que expresa indignación hacia alguien o algo, con propósito moralizador, lúdico o meramente burlesco») todavía no tengo claro si mi propósito es moralizador, lúdico o meramente burlesco porque cuando escribo textos indignantes para algunos y divertidos para otros a veces tiemblo de ira, lloro de indignación o me muero de la risa mientras los digito.

Pensando en los diferentes textos satíricos que he escrito a lo largo de mi vida creo que mi favorito es el que voy a compartir a continuación porque nunca un texto mío había causado tanto revuelo y había provocado tanto rechazo y amenazas de muerte.

Con ustedes «Combo de Ano Nuevo», redactado el 1 de enero de 2014:

*al final del texto dejo el enlace del post original para que quienes no conocen ese clásico se ruboricen con los comentarios

Anoche fue 31 de diciembre y -como siempre- estuve compartiendo en familia. En un momento pasé a revisar mi cuenta de Twitter y uno de mis tantos detectives no remunerados y no convocados compartió esta imagen a través de un mensaje privado conmigo. La vi, me impactó y como no me la puedo sacar de la mente la quise compartir con ustedes porque si no escribo lo que pienso de la bendita foto me gano un dolor de estómago y -ya saben- lo que más amo y cuido es mi salud.

En la imagen aparecen en pose informal y descomplicada Javier Moreno, Alejandro Gaviria, Katherine Ríos y Jorge Orlando Melo. La niña alzada es la hija de Javier Moreno, creo. Hay un ministro y un gran intelectual, un hombre joven que presume con su combo de Año Nuevo (gente importante) y una joven esposa de un hombre muy culto pero muy viejo que no me deja dormir en paz desde hace varias noches.

Yo admiraba a Jorge Orlando Melo por sus reflexiones sobre la lectura y porque fue director de la biblioteca Luis Angel Arango. Vine a ver fotos suyas en las redes sociales, lo leía desde hace mucho tiempo sin interesarme en ver su cara, sólo lo pensaba como intelectual, como un gran intelectual colombiano. Viendo sus fotografías, enterándome de su vida privada a través de la redes sociales, vuelve a mi mente la frase triste que dice: «si te gusta el libro no conozcas al autor». Las redes sociales echan a perder la imagen que teníamos de las personas ilustres, de los autores que nos conmovieron con sus ideas. Para mí es una gran pérdida, no lo puedo negar.

Desde cuando supe que Jorge Orlando Melo es el esposo que Katherine Ríos, la geógrafa de la Universidad Nacional que nunca ejerció, una especie de secretaria del Maestro, la encargada de organizar su obra en una página web; cuando vi que él puede ser cuarenta o más años mayor que ella, no dejo de pensar en los dos como pareja, en su séquito de admiradores que hacen todo lo posible por posicionar a Katherine Ríos como una mujer con méritos intelectuales sólo por ser la esposa de Jorge Orlando Melo. Cuando noto que nadie cuestiona que él podría ser el abuelo de ella me vuelve a fastidiar la condición humana porque es vil, despreciable, interesada, zalamera, disimulada y arrodillada ante el poder, ante la imagen que representa la gente importante, es casi como si el viejo tuviera derecho a su niña sólo porque es Jorge Orlando Melo, un gran intelectual. Para mí eso es simplemente asqueroso, más cuando es consentido y casi aplaudido por su club de fans en Twitter (sin nombrarlo a él, claro).

¿Qué hace él con esa mujer tan joven? ¿qué hace ella con ese hombre tan viejo? ¿qué piensan los fans de la pareja que hablan de temas serios como si no fuera serio pensar en la pareja dispareja? Todos callan, estoy intrigada y admirada, casi desconcertada.

Los comentarios a la fotografía también fastidian mucho, Javier Moreno es digno de  la envidia de su público -que quisiera estar allá en vez de él y posando para la foto, claro-  y con ese propósito publicó la fotografía. Es un juego, una exhibición. Si no hay registro fotográfico el encuentro es irrelevante, se puede decir que no existió. Esto lo veíamos en Facebook, las fiestas de los muchachos jóvenes presumiendo con su trago barato. Ahora vemos a las figuras públicas de renombre representando el mismo papel. ¿A dónde hemos llegado?