Por la erradicación de la madre

La prueba de que la madre es una construcción social y el mejor pretexto para hacer de su día el día del consumo por excelencia es que ahora un hombre puede desvivirse de amor por un perro o por un gato y llamarle su hije porque en la lista de géneros para todos los gustos también participan los perros y los gatos porque los animales también construyen su sexualidad día a día, no se dejan guiar por estereotipos, están abiertos a todo tiempo de experiencias porque no se dejan encasillar, sienten y aman tanto como podría sentir y amar un ser humano. De eso están seguros los padres y las madres de los perros y los gatos y no los podemos contradecir porque nos llamarán locos insensibles, ignorantes desalmados aunque traten a los pobres animales como objetos decorativos. Un buen padre, una buena madre de un perro o un gato lo secuestra en una casa o en un apartamento, lo saca al parque cinco minutos para que se huela el culo con otros pobres perros esterilizados y desparasitados con correa, identificación, bozal, gorra, chaleco y zapatos. Algunos llevan también pantalón y camiseta.

Celebro que gracias a la precariedad laboral, la incertidumbre económica, la crisis de la universidad y la familia año tras años más jóvenes colombianos decidan renunciar de una vez y para siempre a la maternidad y a la paternidad porque no es justo que sigamos celebrando que las mujeres se reproduzcan como si semejante acto las convirtiera en santas, seres casi perfectos, humanos ejemplares y dignos de las mejores palabras sólo porque realizaron un acto que está inscrito en la naturaleza. Año tras años bajan las tasas de natalidad en Colombia y yo entro en éxtasis siempre que veo esas cifras.

No celebro que la gente se sienta la madre o el padre de un perro o un gato, que el pobre animal vea televisión, vaya al colegio, duerma en la cama y almuerce en el comedor con su humano (así se hacen llamar los padres y las madres de los perros y los gatos) porque lo justo sería entonces que se cambiaran los papeles de vez en cuando y el humano actuara como un perro y eso nunca va a suceder porque quienes asumen que su perro y su gato es su hijo se toman tan en serio su triste papel que le dan connotaciones de humano al pobre animal y le revisan la tarea, le dan clases de inglés y de piano, le explican la historia de Colombia, le cuentan sus problemas en la oficina o con los cinco rumis y el pobre animal tiene que soportar a estos dementes a cambio de un techo y un plato de comida.