Giuseppe Caputo y la academia queer

El 16 de junio de 2024 escribió Daniel Samper Pizano al final de su columna de Los Danieles: «Aprecio como persona y como autor a Giuseppe Caputo. Seguramente es un buen maestro de escritura creativa. Pero me sorprende que, como profesor del Instituto Caro y Cuervo, envíe a sus alumnos mensajes en los que utiliza un ridículo, minoritario y forzado plural con x: «Queridxs postulantes». Sería bueno saber si este instituto, autoridad mundial en nuestra lengua, acepta semejante endriago de escritorio ajeno al pueblo hispanohablante, o si se trata de una broma de Giuseppe, a quien le sobra humor para ello e inteligencia para manejar sin gestos exhibicionistas la gramática castellana».

Daniel Samper Pizano sabe de economía lingüística, tiene excelente sentido del humor, es diestro escribiendo en español, tiene claras las claves del estilo (claro, preciso, conciso) y con un simple párrafo hizo llorar a la marica mayor, a la inconfundible Guiseppe Caputo.

La llorona del Instituto esperó hasta el 23 de junio para secarse las lágrimas y responderle al venerable anciano con una parrafada insoportable que vamos reproducir a continuación para comprobar una vez más que no se aprende a escribir viajando, estudiando ni deviniendo en marica empoderada hábil para entrometerse en las instituciones más prestigiosas de nuestra amada Nación. La Caputo pasó por la feria del libro de Bogotá con todos sus amigos, reina en Penguin Random House con todos sus amigos, convirtió el Instituto Caro y Cuervo en una academia queer en la que trabaja con todos sus amigos y cuando es profesora en cursos de escritura creativa patrocinados por Idartes el único requisito para acceder a sus clases es ser de género fluido, sólo acepta disidentes sexuales para que narren sus aventuras y se calienten en grupo con la experiencia porque más que un entorno académico nuestra madame parece organizar espacios de ligue y eso debería ser motivo de alarma para profesores e investigadores, directores de departamento, decanos y rectores si tenemos en cuenta que se trata de algo serio: la literatura y el arte, lo excelso, la tradición, lo riguroso y lo académico, no antros dignos de una película de Gaspar Noé.

Todos sabemos que a estas alturas del neoliberalismo la universidad es por sobre todas las cosas un negocio rentable y un espacio social que habla de nosotros y de nuestros pares, de nuestro poder adquisitivo, la forma en que nos vestimos y se visten nuestros amigos pero debemos seguir fingiendo que a esas instituciones se va a estudiar, a investigar, a leer de forma rigurosa, a pensar en la ciencia, el desarrollo, la actitud crítica, la escritura académica etcétera, etcétera, etcétera. La universidad tiende a desaparecer y gente como Caputo contribuye de forma contundente para que la caída sea todavía más estruendosa. ¡Viva OnlyFans! ¡Abajo la universidad! parece ser la consigna del nuevo Instituto Caro y Cuervo en manos de gente como Caputo.

La mariquería en la literatura pasará como pasarán la autoficción, la autopublicación, las librerías fundadas por señoras aburridas y la idea de que todos podemos ser escritores porque tenemos el don de narrar nuestras vivencias más intensas y extremas relacionadas con sexo, drogas, violencia, dolor, abandono y confusión. Los escritores de las academias queer quieren sentirse como en una película de Tarantino y al haber nacido en cualquier pueblo de Colombia sólo pueden producir una mezcla de asco, risa y compasión con sus narraciones asquerosas porque los actos sexuales y los deseos carnales son difíciles de abordar en el arte cuando no se tiene talento, cuando no se ha abierto la mente de verdad, no en actitud de pose y de moda como en este pobre país de prostitutas rezanderas e ignorantes que no dan culo porque es pecado, en nuestros maricas de Chapinero que caminan de la mano sólo en Chapinero porque si la mamá sabe que son maricas los echa de la casa y un niño menor de cuarenta años no va a querer seguir viviendo lejos de su madrecita, la bella madre colombiana que humilla todos los días al hijo pero le cocina, le organiza la ropa y le tiende la cama.

Cuando pasen de moda las víctimas y lo diverso, cuando se deje de creer de la forma más inocente que toda escritura es arte y se convierte en literatura si detrás de la obra hay prostitutas trans abusadas adictas al perico, si esas artistas deben presentarse como víctimas que no encajan en lo binario, gente con infancia difícil, entorno violento, maltrato, matoneo, descalificación y dolor profundo, cuando todo eso pase de moda quedarán uno o dos libros que se escribieron hace más de veinte años y la literatura no será literatura gay ni autoficción, será literatura, talento puro y sólo hablaremos del más grande escritor latinoamericano: Fernando Vallejo y La virgen de los sicarios. Todo lo demás será olvidado para siempre y el tiempo seguirá su curso hasta que aparezca de nuevo otro escritor talentoso, otro Silva, otro García Márquez, otro Vallejo.

Veamos ahora la Respuesta de la marica, el texto que no precisa de análisis porque nos deja bien claro en qué terminó convertido el Instituto Caro y Cuervo:

El domingo pasado en Los Danieles, el escritor y académico de la lengua Daniel Samper Pizano incluyó la siguiente esquirla al final de su columna “Un turbio horizonte”: “Aprecio como persona y como autor a Giuseppe Caputo. Seguramente es un buen maestro de escritura creativa. Pero me sorprende que, como profesor del Instituto Caro y Cuervo, envíe a sus alumnos mensajes en los que utiliza un ridículo, minoritario y forzado plural con x: ‘Queridxs postulantes’. Sería bueno saber si este instituto, autoridad mundial en nuestra lengua, acepta semejante endriago de escritorio ajeno al pueblo hispanohablante, o si se trata de una broma de Giuseppe, a quien le sobra humor para ello e inteligencia para manejar sin gestos exhibicionistas la gramática castellana”.

Agradezco a Daniel la calidez de algunas de sus palabras, pero quisiera, sobre todo, dirigir la preocupante sensación de vigilancia política y estética que me provocó la esquirla. Me sorprendió mucho que Daniel comentara en su plataforma ese mensaje que, como coordinador académico de la Maestría en Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo, envié a un pequeño grupo de personas que, desafortunadamente, por limitaciones de cupo, no pudimos aceptar este año en la cuarta cohorte del programa. Es un mensaje institucional, escrito profesionalmente y con todo el cuidado posible —con la conciencia de que hago parte de un programa de educación superior en un instituto público— y, si bien fue un correo dirigido a unas personas específicas —de nuevo: las que aplicaron al programa y, en esta ocasión, no fueron admitidas—, diré que no tengo problema alguno con que esas palabras que escribí las ventile un actor del gremio en un medio nacional. Sin embargo, no deja de ser desconcertante que un postulante —uno, sí, sin duda fue un hombre— se lo haya reenviado a Daniel y que Daniel, a su vez, haya decidido hacerlo público en una exhibición de poder cultural y, por supuesto, de poder patriarcal. Y aunque esto sí que parece una broma, recibo esa esquirla como una oportunidad para elaborar una respuesta pública. Daniel habla de “gestos exhibicionistas” y no puedo no recibir la acusación como una proyección de lo que él mismo hace en tan corto texto. Me reiría —haría gala del humor que me caracteriza, tal y como dice Daniel—, si no fuera por el desconcierto —no: el miedo— que me provoca la idea subterránea de su mensaje: que el instituto público donde trabajo desde el 2018, dedicado a pensar la lengua en todas sus dimensiones políticas, históricas y sociales, deba vigilar el uso político que hacemos las profesoras de nuestra lengua en los correos cotidianos y respetuosos que enviamos. Valga decir que, lejos de ser una entidad que busca normativizar la escritura y crear preceptivas para el uso literario y coloquial del español, la misión del Caro y Cuervo es salvaguardar y enriquecer el patrimonio lingüístico de Colombia —un patrimonio que es, como la propia lengua, siempre creciente y cambiante—.

Escribí el mencionado correo en nombre de todo el cuerpo docente de la maestría, integrado por las escritoras Juan Álvarez, Fernanda Trías, Juan Cárdenas, Gloria Susana Esquivel y Laura Ortiz Gómez: allí reconocí muy sinceramente lo difícil que fue hacer la selección; animé a lxs postulantes a continuar su exploración escritural; y, sobre todo, lxs invité a presentarse en una próxima convocatoria. Fue un mensaje escrito muy cuidosamente porque reconozco —y he vivido— la decepción que este tipo de noticias causan y la inseguridad que pueden llegar a provocar en quien está comenzando a pensar en serio una poética propia. Cuando digo, entonces, que fue un texto escrito muy cuidadosamente, quiero decir que fue un texto que procuró velar afectiva y políticamente por quienes lo recibieron —el cuerpo docente del programa, representado por mí, vela afectiva y políticamente por nuestra comunidad estudiantil—.

Me parece importante recordar que, en el marco de la maestría, hemos trabajado con personas trans y no binarias en proyectos de escritura comunitaria y que, desde el 2018, fecha en la que dimos inicio a las clases luego de que el Ministerio de Educación de Colombia aprobara el Documento Maestro que pensamos colectivamente con mis colegas, hemos contado con la feliz y brillante participación de estudiantes que se escapan del binario de género. Esa equis que menciona Daniel —esa equis que rechaza Daniel y que yo ya tengo tan profundamente internalizada y asumida, para nada es forzada— es, entre muchas cosas, el reconocimiento de todas las personas que buscan abrir el lenguaje para que así mismo se abra la vida. Esa idea tiñe mi propio proyecto de escritura, mucho más allá de la equis, y tiñe el espíritu de nuestro programa. Allí una poética propia y la propia poética de nuestros talleres: abrir la lengua para abrir la vida.

Daniel menciona la palabra “endriago de escritorio” en su esquirla y lo agradezco —me encanta— porque es a eso a lo que el programa apunta: si el monstruo es la diferencia vuelta carne, celebramos la diferencia vuelta texto. En ese sentido, son faros estéticos y políticos de la maestría autorxs que, a partir de esta esquirla, podemos comenzar a llamar orgullosamente —lúdica y amorosamente— endriagos o monstruos de escritorio: voces latinoamericanas esenciales como María Moreno, Pedro Lemebel, Diamela Eltit, Néstor Perlongher, Mercedes Roffé, José Eustasio Rivera, Marosa di Giorgio, Igor Barreto, María Sonia Cristoff, Mario Montalbetti, Blanca Varela y Mario Levrero. Todas, en suma, son voces maestras que, en vez de incentivar una fiscalización de la lengua, se permitieron —y ahora nos permiten— jugar con la misma: escribirle al lenguaje, como ha dicho Montalbetti; vivirlo apasionadamente y, por lo tanto, celebrar —y aceptar— su permanente transformación: el uso que cada uno quiere y puede darle. Estas escrituras nos recuerdan, como he dicho muchas veces, que, al torcerle el cuello al lenguaje, también se le tuerce el cuello al poder. 

Hace un tiempo, el lingüista argentino Santiago Kalinowski me permitió pensar intensa y rigurosamente el lenguaje incluyente como “una decisión política que no se ajusta a parámetros de economía lingüística porque es un fenómeno político”. En su conferencia y posterior libro La lengua en disputa, Kalinowski agrega que el lenguaje incluyente es la configuración discursiva de una lucha política y que su uso busca crear en el auditorio la conciencia de la exclusión y de la injusticia. Entre las muchas ideas movilizantes de su aproximación, también destacaría las siguientes: que es un fenómeno retórico, político y discursivo; que las reacciones en su contra también son políticas; que nunca jamás hay un problema de inintengibilidad —Daniel, por ejemplo, sin duda entendió el encabezado de mi carta por más que, en la videocolumna en Los Danieles, sobreactuara la imposibilidad de la pronunciación—; que el debate sobre este lenguaje evidencia que la lengua es racista, clasista y excluyente porque la experiencia humana es racista, clasista y excluyente; que el masculino genérico se explica porque el hombre acaparó todos los espacios de visibilidad; que la lengua es un correlato gramatical de un ordenamiento social patriarcal; que, con las luchas por los derechos y por la igualdad, se tiene que dar un cambio lingüístico; que la realidad se cambia haciendo política y la política se hace con la lengua; y que el lenguaje incluyente no pretende ser gramática, sino que pretende ser un cambio social y cultural.

Daniel:

De pronto sabes que, hace un par de años, Agustín Laje se presentó en la FILBo. Al inicio de su presentación, ese esbirro inmundo de la ultraderecha latinoamericana saludó al auditorio con estas palabras: “Buenas tardes a todos. No a todes: a todos” —su público lo aplaudió—. Me preocuparía mucho si, llegado a este punto, tuviera que explicarte por qué es tan violento ese saludo y por qué esas palabras inferiorizan aún más a las personas históricamente inferiorizadas en el orden social del mundo —una jerarquía en la que tú siempre has estado arriba, lejos de muchas vidas—. Así mismo, y como seguramente sabes, el abyecto presidente de Argentina, Javier Milei, prohibió —PROHIBIÓ— el lenguaje incluyente y “todo lo referente a la perspectiva de género” en los documentos de la Administración pública de ese país. El portavoz del gobierno dijo exactamente: “No se va a poder utilizar la letra e, la arroba, la x y se evitará la innecesaria inclusión del femenino”. ¿No te parece lo suficientemente alarmante que tu esquirla esté tan alineada con las acciones y declaraciones de estos personajes terribles —trágicos y violentos— para el pueblo latinoamericano, personajes que enturbian nuestro horizonte, para decirlo con el título de tu columna? ¿No te parece esto razón suficiente para pararte a pensar mejor, descentradamente, sin tantos conservadurismos peligrosos, esta lengua que has estudiado con tanta pasión por tantos años? Como tantxs más que usan el incluyente, yo soy parte del pueblo hispanohablante —del pueblo latinoamericano—: las Academias de la Lengua, en cambio, siempre han llegado tarde al pueblo. Pero el pueblo siempre se ha impuesto. Y la Academia siempre lo termina acatando —es lo que debe hacer: es lo que hace la Maestría en Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo—. Así como la vida de las maricas, de las personas no binarias y de las personas trans no se debate, el uso de las letras e y equis tampoco —ya no: ya ha sido amplia y larga y paciente la discusión—. Esas letras por fin están aquí para corporizar en la lengua a las personas que siempre —siempre— hemos estado aquí: no es, como suele decirse ridícula y fóbicamente, “una moda”.

Para terminar, quisiera rectificar una información biográfica que diste en Los Danieles cuando comentaste virtualmente la esquirla: que, a pesar de mi nombre, yo no soy italiano sino colombiano. Quiero decirte que mi papá era italiano y que, hasta el día de su muerte, él habló el español con tropiezos, palabras inventadas, equivocaciones gramaticales y acento calabrés. Con esto no quiero decirte que fácticamente soy “miti-miti”, sino hablar de mi relación total con la impureza de la lengua: de mi vínculo amoroso con el supuesto error. Con mi papá intercambié las cartas más divinas en itañol, cartas con los errores ortográficos y sintácticos más gloriosos. En cada “error” gramatical estaba nuestra historia social y ese es el aprendizaje que, como maestro en el esquivo arte de la escritura, quisiera dejar hoy a quien lea este texto: que, en cada “error” gramatical, hay una historia social. ¿Puede contarse la historia social corrigiendo “el error”? Mi respuesta más ecuánime sería: “Sí, quizás, pero se perdería el corazón”.

Había una vez —esta es una historia social— una letra impronunciable como impronunciable era su vida. Pero un día dijo: “Equis, equis, equis, quiiiiiisssss”, y supo que podía pronunciarse. No fue feliz, pero sí más feliz.

Fin.  Pero antes, una esquirla: decirles a lxs estudiantes que están por matricularse en nuestro programa: “Bienvenidas, bienvenides, bienvenidxs”. Y sí, por supuesto: “Bienvenidos”. Pero con la o que ya no es dominante. Con la o del oso ajeno que me provocan las personas que, habiendo estudiado la lengua, insisten en ridiculizar su uso político. Y con la o de: “¡Oh no! Algunxs siguen sin entender la relación de amor entre la lengua y la vida”.

Mensajes de los lectores

Por viscontirevistamedea

No me interesa Carolina Sanín. No comprendo por que la leen y, menos aún, por que alguien medianamente ocupado, puede gastar una hora de su vida escuchando sus monólogos. La señorita se despeluca y analiza la textura de sus cañas ante la cámara, escarba en las palabras buscando hacerse psicoanalista de los detalles sin el menor conocimiento de lo que es analizar un símbolo, hurga en el lenguaje para justificarse, la etimología le sirve un poco. , su tiempo en casa mirando las cosas que parecen mínimas, la hace parecer interesante, la filósofa ocasional que eleva el doblado de su ropa a noticia nacional. Lo doble de esta cultura de pensadores apadrinados, youtubers “de élite”, es el agua en la que navegan libremente, al parecer leyeron como muchos esa sentencia que dice: en el futuro la información será más valiosa que el agua. En esa medida, se dedicaron a transmitir “información” pensando que alumbran las mentes y nos permiten nadar en aguas cristalinas, pero lo que hacen es esconderse en sus diplomas, maquillan su estupidez, así como tendríamos que maquillar el “agua dorada” que nos regalan en sus transmisiones, con mucho cloro para no tomar caca, por que el agua finalmente, también puede ser de alcantarilla y necesitar mucho proceso aunque nos la vendan como agua de manantial. La pregunta es ¿Qué haremos con tantos ríos de caca?

Vagancia y soledad

La soledad se ve como castigo (si te portas mal terminarás solo como un perro) y la vagancia como un peligro para la sociedad (el que no trabaja no come y ganarás el pan con el sudor de la frente), serás esforzado como un maestro de obra aunque seas un maestro de las letras y las artes porque el trabajo más que un mandato del capitalismo es un mandato de Dios, el Creador de todas las cosas, el Trabajador por excelencia. Como buenos hijos del buen Dios debemos ser esforzados como Él, dignos de admiración de vecinos, familiares y amigos. Que todos digan de ti: ¡Mira cómo es de trabajador! ¡Mira cómo ha triunfado en la vida al esforzarse como una mula!

Un vago que va siempre solo sin estar disponible para nadie y que no tiene nada pendiente por hacer durante los próximos seis meses debe pasar por un loco peligroso o por un brujo. Si es una mujer debe parecer todavía más loca y más bruja también porque todo en la mujer es pura negatividad y porque la soledad y la vagancia le lucen más al varón: una mujer sola deambulando a las diez de la noche por una calle cualquiera merece el trato de víctima porque a nadie se le pasa por la mente que caminar caminos largos en la noche puede ser estimulante para la mente y para el cuerpo sin importar si ese cuerpo es de hombre o de mujer.

Las personas que deciden vivir solas para siempre parecen sospechosas y lo son todavía más si no saludan a nadie, si no son amigas de nadie a tres kilómetros a la redonda en una ciudad como Bogotá porque qué bonito es saludar y ser saludado y porque un vaso de agua no se le niega a nadie y un saludo tampoco.

Lo que no saben los sociables es que un saludo puede desencadenar una conversación que pudimos haber evitado y las evitamos todas porque somos seres sensibles y delicados que no soportamos el chisme ni las palabras sin sentido, es decir, la mayoría de las conversaciones entre seres humanos que no aman el cine sino lo que venden en las salas de cine, como si no se pudieran comer eso que comen en las salas de cine en la sala de su casa, por ejemplo.

Tienen pareja, hijos, mascotas, suegras, yernos, vecinos, amigos, compañeros de trabajo, teléfonos, computadores, televisores, casa, carro, bicicleta, van al gimnasio, visten a la moda, ganan más que el vecino. Todo eso los llena de júbilo y sin embargo se desesperan los fines de semana con puente aunque trabajen para olvidar la desesperación, para deshacerse de ellos mismos, para no tener que cargar con su propia miseria y por eso mismo en vacaciones huyen desesperados a otra ciudad o a otro país. Van a mirar el teléfono desde otro aire, caminan por otros centros comerciales y compran lo mismo que podrían haber comprado en cualquier ciudad del mundo porque en todas las ciudades del mundo venden los mismos tenis apestosos y el buen café. ¡Pero los locos son los que viven solos y la vagancia es peligrosa porque al que no hace nada se le pasan por la mente los peores planes!

No hay nada más inofensivo que la persona que vive sola y no trabaja estando completamente apta para vivir con otra gente y matar el tiempo a cambio de dinero para llenar el vacío comprando mientras llega la hora de volver a trabajar.

La verdadera subversión en este tiempo miserable no es tatuarse el cuerpo entero, perforarse, expandirse, prostituirse, operarse, estirarse o hacerse pasar por cinco personas distintas en las redes sociales. Lo verdaderamente subversivo es quedarse solo en su casa sin molestar a nadie todos los días de la semana, de la vida entera.

Mensajes de los lectores

Da mucha pereza leer los libros de los que se autodenominan el nuevo Boom latinoamericano. Tal vez, si tuvieran la humildad suficiente, no sería necesario decir que están felices nadando en aguardiente, vómitos y calzones descocidos con olor a sexo y motel barato. Pero como carecen de esa humildad y publicitan sus libros (casi todos gestados con historias personales de sus borracheras o sus conquistas) en redes, sintiéndose los salvadores de la libertad de expresión, la vanguardia y los trasgresores de todas las normas, también, es importante recordarles a estos adictos a la literatura del yo, que de vanguardistas no tienen nada: lo que hacen ya estaba inventado y cansa, satura, asquea un poco y no es por pudor, es por la repetición y deformación de una ecuación que ya todos conocemos. Si de historias de borrachos, alcohólicos o drogadictos se trata, pues todos los medellinenses tenemos unos cuantos en la familia, peor aún, ningún relato supera la verdaderas historias que se cocinan en casas silenciadas en las que se romantizan los borrachos y los drogadictos que se las dan de locos. ¿y del sexo?, bueno señores, su interés ilustrativo, su paso a paso con corridas, olores y demás, es ampliamente superado por la franca exposición en redes de todo lo concerniente a los sexual, en eso, por fortuna, hemos avanzado y ya no hay novedad en el asunto y, si ha de escribirse, debería ser con la intención de hacer de eso un texto decente y no una narración de historias personales mal escurridas y sobrevaloradas desde todo punto de vista. Señores ¡por favor!, los he escuchado llamarse la nueva vanguardia en programitas paupérrimos de youtube… ¿es en serio?, ¿más borrachos arrepentidos, dándoselas de reflexivos y cultos?…no sé creo que en literatura ya lo hemos visto, ¿el Boom?, mejor el ¡Plop!, que tufo más viejo…

Pido parques para humanos en Bogotá

Bogotá es la ciudad mundial del perro

Hay mierda por todas partes

Huele a orina inmunda por todas partes

Helados para perros

Ropa para perros

Juguetería para perros

Colegios, gimnasios, salones de belleza, salas de velación…

Descargan camiones gigantes con comida para perros casi más que para humanos

Hay perros por todas partes

Hay mierda por todas partes

La mayoría de esas bestias babosas son amigables

Se acercan en busca de una caricia y yo no soporto a esos canchosos

Me fastidian más los perros que sus amos

Los amos están locos, muertos de soledad

Los perros son animales detestables por empalagosos

Aprendieron a ser falsos como sus amos

Están tan acostumbrados a ser tratados como amantes, hijos y esposos

Me toman por su humano y yo sólo puede ser humana con los humanos

No soporto a los perros obscenos acostumbrados a dormir y tomar la ducha con gente mientras se acarician con pasión y se dicen te amo.

Ahora evito atravesar parques y me parece injusto conmigo. Los enemigos de los perros deberíamos organizarnos.

¿A nadie le importa el bienestar de la gente que vive en Bogotá y no es amante devota de los perros?

No saben que hay personas que no soportan a los «peluditos» y a medida que pasa el tiempo le parecen más detestables?

Prácticas sexuales en la literatura

El sexo es un acto del que se puede prescindir para vivir (nunca nadie murió jamás y bajo ninguna circunstancia de arrechera) y sin embargo el siglo XXI se nos quiere mostrar como el siglo de la subversión y la liberación sexual, todes contra todes siendo prostitutas o zorras homosexuales, heterosexuales, transexuales o bisexuales, hombre con hombre, mujer con mujer, con vagina o pene o con vagina y pene porque los hermafroditas y los enanos también se mueren por contar su propia historia, pronunciarse desde el margen, la disidencia, la otredad y la diferencia. Nada como sentirse sexiliado y escribir una novela sobre esa triste condición porque el exilio es más doloroso que la simple exclusión o la discriminación. El sexiliado es una víctima que goza y sufre al mismo tiempo porque se sabe expulsado por su condición sexual.

Un enano hermafrodita vendería más que Edda Cabarico o Carmen Cecilia Suárez porque es más original leer a Caputo y su clásico «y yo con la verga en la mano» mientras mira a otro hombre empalmado en un baño público que una mujer viendo perros follar desde la ventana de la oficina pensando en su amante de turno, un hombre. El sexo se vende muy bien pero se vende todavía mejor si el autor-narrador es homosexual, transexual, neurodiverso o ejerce la prostitución. La literatura no quiere saber de lo binario ni lo ordenado porque parece aburrido, retrógrado, conservador y mojigato y lo aburrido no vende ni divierte y nuestro público infantil quiere ser sacado del aburrimiento con textos que lo calienten y lo alienten a experimentar. Si Esperanza Gómez decidiera volverse escritora sus libros serían un éxito de ventas garantizado, superaría a todas las estrellas mediáticas que escriben sobre depresión, yoga, ecología, perros y gatos.

Sade, Miller y Pasolini están muertos y sin embargo a nuestros artistas contemporáneos les parece liberador y valiente decir teta y culo, narrar con detalle los actos más escabrosos de su monótona vida sexual. Pensemos por ejemplo en la antología Cuerpos (Planeta, 2019) donde Amaranta Hank se vuelve artista sólo porque narra un encuentro sexual con un cliente o en el cuento ganador del premio Nacional La cueva (2022) «Qué te hizo apagar la luz y quedarte adentro» de Yulieth Mora Garzón. En esa Antología hay cuentos que de verdad son cuentos y la artista ganó seguramente porque es una lesbiana obesa que narra cómo liga y cómo folla con mujeres que conoce en bares para lesbianas, cómo se da cariño con profesoras de la Universidad Central, de donde es egresada. Su cuento está enmarcada en la autoficción (como tenía que ser) para que parezca más guarro.

Vivimos en medio de viejos cocacolos de sesenta y cinco años con pantalón pegado al cuerpo, tenis y chaqueta de cuero, viejos que quieren seguir siendo jóvenes pero se duermen en las aceras, ancianos cuyo único consuelo es saber que fueron jóvenes en el tiempo de mediados de la rebeldía, nacieron entre 1955 y 1965, no se pueden jactar de haber nacido cuando mataron a Gaitán y tampoco estaban vivos en mayo del 68. Ellos son ancianos y vivieron de nostalgias y como son colombianos recibieron las sobras de las sobras de lo más detestable de la cultura gringa porque la cultura francesa es de mucho menor acceso y no vende tanto como el entretenimiento, el consumo y la sociedad de masas.

Se siguen escribiendo copias baratas de ¡Que viva la música!, se sigue soñando con ser como Bukowski, se sigue deseando la vieja vida loca (sexo, drogas, violencia y vagancia) para luego plasmar esas experiencias en un libro como si no hubiera millones de libros en todo el mundo sobre experiencias «extremas» relacionadas con drogas, sexo y violencia. Esos eran los sueños del siglo XX, en el siglo XXI se crean categorías y subcategorías para plasmar experiencias un poco más extremas y entonces vemos a nuestros autores narrando su vida en los rincones más oscuros de la ciudad y en internet, viven las experiencias y luego la narran.

Yo como lectora me asqueo porque el sexo no es que sea tampoco la gran cosa y me parece indecoroso que la gente folle para narrar la follada, ligue para narrar la ligada, vaya a salas de cine porno para narrar cómo fue rodeada por los depredadores sexuales y vaya a fiestas extremas para luego contarnos cómo son sus orgías y cómo se trata las venéreas.

Amarna Miller es un gran ejemplo de lo que se considera arte en nuestro confuso tiempo triste y nuestro consuelo es sabernos ciudadanos de la aldea global de la tontería, la vulgaridad y la banalidad.

No quieras derramarte fuera

No quieras derramarte fuera; entra dentro de ti mismo, porque en el hombre interior reside la verdad; y si hallares que tu naturaleza es mudable, trasciéndete a ti mismo, mas no olvides que, al remontarte sobre las cimas de tu ser, te elevas sobre tu alma, dotada de razón. Encamina, pues, tus pasos allí donde la luz de la razón se enciende. Pues ¿adónde arriba todo buen pensador sino a la verdad? La cual no se descubre a sí misma mediante el discurso, sino es más bien la meta de toda dialéctica racional. Mírala como la armonía superior posible y vive en conformidad con ella. Confiesa que tú no eres la Verdad, pues ella no se busca a sí misma, mientras tú le diste alcance por la investigación, no recorriendo espacios, sino con el afecto espiritual, a fin de que el hombre interior concuerde con su huésped, no con la fruición carnal y baja, sino con subidísimo deleite espiritual.

San Agustín. XXXIX72. De la verdadera religión