Prácticas sexuales en la literatura

El sexo es un acto del que se puede prescindir para vivir (nunca nadie murió jamás y bajo ninguna circunstancia de arrechera) y sin embargo el siglo XXI se nos quiere mostrar como el siglo de la subversión y la liberación sexual, todes contra todes siendo prostitutas o zorras homosexuales, heterosexuales, transexuales o bisexuales, hombre con hombre, mujer con mujer, con vagina o pene o con vagina y pene porque los hermafroditas y los enanos también se mueren por contar su propia historia, pronunciarse desde el margen, la disidencia, la otredad y la diferencia. Nada como sentirse sexiliado y escribir una novela sobre esa triste condición porque el exilio es más doloroso que la simple exclusión o la discriminación. El sexiliado es una víctima que goza y sufre al mismo tiempo porque se sabe expulsado por su condición sexual.

Un enano hermafrodita vendería más que Edda Cabarico o Carmen Cecilia Suárez porque es más original leer a Caputo y su clásico «y yo con la verga en la mano» mientras mira a otro hombre empalmado en un baño público que una mujer viendo perros follar desde la ventana de la oficina pensando en su amante de turno, un hombre. El sexo se vende muy bien pero se vende todavía mejor si el autor-narrador es homosexual, transexual, neurodiverso o ejerce la prostitución. La literatura no quiere saber de lo binario ni lo ordenado porque parece aburrido, retrógrado, conservador y mojigato y lo aburrido no vende ni divierte y nuestro público infantil quiere ser sacado del aburrimiento con textos que lo calienten y lo alienten a experimentar. Si Esperanza Gómez decidiera volverse escritora sus libros serían un éxito de ventas garantizado, superaría a todas las estrellas mediáticas que escriben sobre depresión, yoga, ecología, perros y gatos.

Sade, Miller y Pasolini están muertos y sin embargo a nuestros artistas contemporáneos les parece liberador y valiente decir teta y culo, narrar con detalle los actos más escabrosos de su monótona vida sexual. Pensemos por ejemplo en la antología Cuerpos (Planeta, 2019) donde Amaranta Hank se vuelve artista sólo porque narra un encuentro sexual con un cliente o en el cuento ganador del premio Nacional La cueva (2022) «Qué te hizo apagar la luz y quedarte adentro» de Yulieth Mora Garzón. En esa Antología hay cuentos que de verdad son cuentos y la artista ganó seguramente porque es una lesbiana obesa que narra cómo liga y cómo folla con mujeres que conoce en bares para lesbianas, cómo se da cariño con profesoras de la Universidad Central, de donde es egresada. Su cuento está enmarcada en la autoficción (como tenía que ser) para que parezca más guarro.

Vivimos en medio de viejos cocacolos de sesenta y cinco años con pantalón pegado al cuerpo, tenis y chaqueta de cuero, viejos que quieren seguir siendo jóvenes pero se duermen en las aceras, ancianos cuyo único consuelo es saber que fueron jóvenes en el tiempo de mediados de la rebeldía, nacieron entre 1955 y 1965, no se pueden jactar de haber nacido cuando mataron a Gaitán y tampoco estaban vivos en mayo del 68. Ellos son ancianos y vivieron de nostalgias y como son colombianos recibieron las sobras de las sobras de lo más detestable de la cultura gringa porque la cultura francesa es de mucho menor acceso y no vende tanto como el entretenimiento, el consumo y la sociedad de masas.

Se siguen escribiendo copias baratas de ¡Que viva la música!, se sigue soñando con ser como Bukowski, se sigue deseando la vieja vida loca (sexo, drogas, violencia y vagancia) para luego plasmar esas experiencias en un libro como si no hubiera millones de libros en todo el mundo sobre experiencias «extremas» relacionadas con drogas, sexo y violencia. Esos eran los sueños del siglo XX, en el siglo XXI se crean categorías y subcategorías para plasmar experiencias un poco más extremas y entonces vemos a nuestros autores narrando su vida en los rincones más oscuros de la ciudad y en internet, viven las experiencias y luego la narran.

Yo como lectora me asqueo porque el sexo no es que sea tampoco la gran cosa y me parece indecoroso que la gente folle para narrar la follada, ligue para narrar la ligada, vaya a salas de cine porno para narrar cómo fue rodeada por los depredadores sexuales y vaya a fiestas extremas para luego contarnos cómo son sus orgías y cómo se trata las venéreas.

Amarna Miller es un gran ejemplo de lo que se considera arte en nuestro confuso tiempo triste y nuestro consuelo es sabernos ciudadanos de la aldea global de la tontería, la vulgaridad y la banalidad.

Autor: Elsy Rosas Crespo

Es más fácil si buscas mi nombre en Google.

4 opiniones en “Prácticas sexuales en la literatura”

  1. Los buenos polvos casis siempre fracasan en los relatos porque no son convincentes, caen en el lugar común del imaginario estereotipado. A la buena literatura le van los malos polvos, los que fracasan, parecen más humanos, más creíbles.

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  2. Da mucha pereza leer los libros de los que se autodenominan el nuevo Boom latinoamericano. Tal vez, si tuvieran la humildad suficiente, no sería necesario decir que están felices nadando en aguardiente, vómitos y calzones descocidos con olor a sexo y motel barato. Pero como carecen de esa humildad y publicitan sus libros (casi todos gestados con historias personales de sus borracheras o sus conquistas) en redes, sintiéndose los salvadores de la libertad de expresión, la vanguardia y los trasgresores de todas las normas, también, es importante recordarles a estos adictos a la literatura del yo, que de vanguardistas no tienen nada: lo que hacen ya estaba inventado y cansa, satura, asquea un poco y no es por pudor, es por la repetición y deformación de una ecuación que ya todos conocemos. Si de historias de borrachos, alcohólicos o drogadictos se trata, pues todos los medellinenses tenemos unos cuantos en la familia, peor aún, ningún relato supera la verdaderas historias que se cocinan en casas silenciadas en las que se romantizan los borrachos y los drogadictos que se las dan de locos. ¿y del sexo?, bueno señores, su interés ilustrativo, su paso a paso con corridas, olores y demás, es ampliamente superado por la franca exposición en redes de todo lo concerniente a los sexual, en eso, por fortuna, hemos avanzado y ya no hay novedad en el asunto y, si ha de escribirse, debería ser con la intención de hacer de eso un texto decente y no una narración de historias personales mal escurridas y sobrevaloradas desde todo punto de vista. Señores ¡por favor!, los he escuchado llamarse la nueva vanguardia en programitas paupérrimos de youtube… ¿es en serio?, ¿más borrachos arrepentidos, dándoselas de reflexivos y cultos?…no sé creo que en literatura ya lo hemos visto, ¿el Boom?, mejor el ¡Plop!, que tufo más viejo…

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